Se le conoce además como “bullying” y se podría definir como el conjunto de comportamientos hostiles que una persona o grupo de personas, abusando de un poder real o ficticio, dirige contra un compañero de forma repetitiva y duradera con la intención de causarle daño.
Se dan agresiones directas o indirectas, tanto físicas como verbales, psicológicas y de exclusión social.
Dentro de las características se resaltan 4 aspectos:
- Abuso de poder, del más fuerte al más débil.
- Repetidos incidentes entre los mismos niños o jóvenes durante un tiempo largo.
- Ausencia de provocación por parte de la víctima.
- Intimidaciones físicas, verbales o psicológicas, que buscan causar miedo, dolor o daño a la víctima.
¿Cómo es generalmente el niño o joven acosado?
Le podría pasar a cualquiera, pero existen grupos más vulnerables, tales como aquellos niños o jóvenes más tímidos, introvertidos, o con características físicas que le diferencian (peso, lentes, su estatura), o algunas características académicas (se lleva muy bien con los docentes, participa mucho en clase, sus notas siempre son muy altas).
Los efectos del acoso escolar pueden ser devastadores, pues la persona se siente violentada, desprotegida, aislada, humillada, insegura.
¿Qué pueden hacer los docentes?
- Supervisar a los estudiantes fuera de la clase e intervenir cuando observe intimidación.
- Motivar campañas para educar sobre la intimidación.
- Hablar con los estudiantes “conflictivos” a solas.
- Escuchar a los padres cuando expresan su preocupación sobre la conducta de otro niño.
- Buscar una estrategia para que los estudiantes y docentes puedan reportar la intimidación.
¿Qué pueden hacer los estudiantes?
- Hablar con sus padres y amigos acerca de la “intimidación”.
- Respetar a todos, y tratar a los demás como le gustaría ser tratado.
- Si ha sido intimidado o si ha presenciado a otra persona siendo intimidada, comunique el hecho a su familia o al docente.
- No tolere la intimidación.
¿Qué pueden hacer los padres de familia?
- Dar ejemplos positivos de conducta. Monitorear su propia conducta. Demostrar que el comportamiento de los adultos en la casa no es de acoso ni de agresividad. Los hijos copian las conductas de sus padres
- Escuchar a sus hijos. Asegurarse que sus hijos sepan que los apoyan, que confía en ellos y que pueden contar siempre con sus padres.
- Participar en la escuela y actividades extracurriculares de sus hijos. Ser parte de la vida escolar de su hijo, revisar tareas, leer mensajes, conocer a sus docentes.
- Ser lo más positivo con su hijo. Por cada comentario negativo dirigido a su hijo, los padres deben proporcionar 5 comentarios positivos.
- Conocer a los amigos de sus hijos.
- Explicar a sus hijos que NO es aceptable intimidar a los demás. Ofrecer sugerencias para tratar con compañeros problemáticos.
- Explicar a sus hijos la diferencia entre una respuesta asertiva (seguridad en sí mismo, la firmeza) y una agresiva (violenta, hostil). Mantener siempre respeto por las diferencias, enseñándolo también a sus hijos con el ejemplo.
- Buscar recursos para ayudarle a responder a situaciones de intimidación.
- Enseñar a sus hijos el RESPETO y la TOLERANCIA para todos. Mostrar una conducta de empatía.
Por último, es importante tener en cuenta que todo de tipo de intervención es más eficaz cuando los adultos comprendemos la magnitud del problema y hacemos incapié en que la clave está en el respeto mutuo. Es decir, nosotros no podemos pedir a los niños que cambien, que sean más respetuosos si es que nosotros no lo somos con ellos. Debemos ser conscientes del papel importante que tenemos en la vida de nuestros niños como modelos de conductas. Tratémoslos con respeto y ellos se lo devolverán al mundo.